La realización de este reportaje ha sido posible gracias a una beca del Journalismfund Europe.
Para que no arda el bosque
Tradición e innovación en la prevención de incendios forestales
Resumen del proyecto
#IIFFsondaMegaincendios: más allá de la extinción
Este proyecto busca recoger en imágenes lo que rodea a los megaincendios que arrasan España para generar conocimiento sobre este fenómeno, mostrar qué hay detrás del nuevo comportamiento del fuego que destruye decenas de miles de hectáreas y enseñar las consecuencias en los ecosistemas y para la población. También recopilará las estrategias para combatir y convivir con estos nuevos incendios y compartirá los proyectos que buscan soluciones mitigando su proliferación, siempre con la fotografía, el vídeo y los recursos gráficos como herramienta principal. Porque ver es indispensable para comprender.
Conversaciones #01: ¿Qué es un megaincendio?
Laponia española
Paisajes inflamables
Para que no arda el bosque
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‘Lumes’, por Adra Pallón
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27 febrero 2024
En los últimos años ha habido un cambio radical en la forma de luchar contra los megaincendios en Europa. Por raro que pueda parecer, el objetivo “no es eliminar el fuego, porque forma parte de la dinámica natural de los ecosistemas, sino hacer que los incendios sean menos peligrosos”, dice el profesor Fernando Pulido, director del Instituto de Investigación de la Dehesa de la Universidad de Extremadura. “Por muchos recursos que tengamos, los incendios no se pueden prevenir totalmente”, añade.
Que el fuego es necesario para los ecosistemas es algo que expertos en incendios y silvicultura llevan décadas intentando transmitir, con resultados desiguales. La inmensa mayoría coincide en la receta para afrontar un problema que se agrava con cada año más cálido: la única forma de evitar los devastadores megaincendios es con una gestión racional del territorio y la reintroducción controlada de quemas en nuestros ecosistemas.
No hay una única solución milagrosa: la clave para prevenir los megaincendios a largo plazo es combinar herramientas adaptadas a las necesidades de cada territorio. En los bosques públicos y privados de la península ibérica se están llevando a cabo una serie de iniciativas locales, nacionales e internacionales de gestión inteligente del fuego (las denominadas fire smart solutions, en inglés). Entre ellas están el uso de quemas controladas, el pastoreo extensivo, la creación de paisajes en mosaico y el uso de la biomasa para producir energía. Son proyectos que intentan reducir la continuidad forestal y actuar como una barrera para detener, o al menos ralentizar, los incendios. Al mismo tiempo, reducen el riesgo de incendios alrededor de núcleos urbanos vulnerables e impulsan, en muchos casos, el desarrollo rural.
FUEGOS QUE FRENAN INCENDIOS
Gestionar el suelo implica permitir que determinadas zonas del territorio se quemen cada cierto tiempo para evitar así los grandes incendios forestales. Esto se puede lograr de forma controlada mediante las llamadas quemas prescritas: son pequeños incendios intencionados que reducen la carga de combustible acumulada, permiten renovar la tierra, aportan nutrientes, crean nuevas zonas de pastoreo y, al mismo tiempo, abren espacios desde los que los equipos de Bomberos pueden combatir mejor eventuales incendios. En Portugal, este tipo de incendios controlados se utilizan desde la década de 1980; este país fue, de hecho, uno de los primeros en Europa en promulgar un marco jurídico estructurado para su aplicación.
Serra da Cabreira, en la región septentrional portuguesa de Braga, es un ejemplo de cómo las autoridades utilizan de forma proactiva las quemas prescritas para mantener controlado el sotobosque. El objetivo es evitar un desastre como el ocurrido en la zona en octubre de 2017, cuando ardieron 1.600 hectáreas cerca del municipio de Vieira do Minho. Gran parte del terreno estaba ocupado por carqueja, un tipo de arbusto muy inflamable que en algunos lugares había alcanzado una altura de más de un metro y medio. Ante la gran cantidad de combustible, los incendios se extendieron desde el valle hasta la cima de la montaña.
Las quemas prescritas no consisten simplemente en prender el bosque y dejarlo arder. Antes, los técnicos de incendios deben contar con un plan de quema aprobado, en el caso de Portugal, por el Instituto Nacional de Conservación de la Naturaleza y los Bosques (ICNF); en España, las quemas prescritas se regulan según las disposiciones de cada Comunidad Autónoma. Además, hay que esperar a que se den las condiciones meteorológicas adecuadas. La “ventana” para este tipo de quemas suele estar abierta solo durante diez semanas al año, entre noviembre y marzo. Se requieren unas condiciones determinadas de humedad en el terreno y en el ambiente, de la velocidad del viento y de las temperaturas. Una vez en marcha, equipos especialmente entrenados controlan la progresión del incendio mediante elementos como antorchas de goteo y batefuegos para apagar focos puntuales. También se tienen en cuenta factores como la topografía y la densidad de la vegetación.
Nelson Rodrigues, de 49 años, es el jefe técnico de incendios del Ayuntamiento de Vieira do Minho, en Portugal, especializado en quemas prescritas y análisis de incendios. En ciclos de cinco años, él y su equipo han quemado varias parcelas de Serra da Cabreira. Explica que la diferencia entre los incendios prescritos y los incendios forestales radica en la intensidad de la quema. “Un incendio natural destruye la vegetación y el suelo. Luego, con las lluvias, el suelo [quemado] es arrastrado y lo que queda es roca. En cambio, ahora [con las quemas prescritas] arde la parte superior de la vegetación. La planta no muere; las raíces quedan fijadas al suelo y en aproximadamente un mes empezará a crecer de nuevo”.
Nelson Rodrigues está convencido de que estas intervenciones impedirán un nuevo megaincendio en la zona en la que trabaja. Es un logro a largo plazo que le llena de orgullo. “Hemos trabajado en el territorio durante algunos años. Y en los últimos años no ha habido ningún gran incendio, no se ha destruido ningún hábitat, ningún tipo de bosque o entorno. Hemos sido capaces de trabajar juntos —pastores, técnicos, cazadores, agricultores—, todos mano a mano”.
Esa coordinación es fundamental para el éxito del programa. “Necesitamos pastos, y la forma de obtenerlos es mediante el fuego”. Los propios pastores hacían uso del fuego tradicionalmente para obtener pastos para sus animales, aunque en las últimas décadas se ha pasado de los fuegos tradicionales a quemas autorizadas llevadas a cabo por técnicos. “[Ahora] nos toca a nosotros acercarnos a los pastores; la forma más sencilla es explicarles que el fuego es necesario para el territorio y que no hace falta ocultarlo ni criminalizarlo, así que podemos definir conjuntamente zonas y trabajar juntos”, dice Rodrigues.
Paulo Manuel Martins Ribeiro, de 51 años, vive en las afueras de Vieira do Minho, donde pastorea un rebaño de más de 300 cabras. Es uno de los pastores que trabajan habitualmente con Nelson Rodrigues. Las quemas aseguran pastos, además de abrir claros en los que es más difícil para depredadores como los lobos atacar a los rebaños. Cada año los lobos matan al menos 60 cabras de su rebaño, dice Martins. “¡Necesitamos las quemas prescritas!” dice. “La retama es una planta invasora. Si no se hacen quemas controladas, llegará un punto en el que no habrá zonas de pastoreo porque se apoderará de todo Serra da Cabreira.”
LOS PONIS ‘SAPADORES’
Tras una quema programada, los animales de la zona acuden al terreno afectado porque saben que no tardarán en aflorar nutrientes frescos. En las montañas de Cabreira, los primeros en llegar son una manada de ponis garranos. A esta raza autóctona y semisalvaje se la conoce como “sapadores” (luchadores contra el fuego, en portugués), ya que al pastar reducen la carga de combustible. No eliminan por completo la vegetación, sino que la estabilizan y controlan su ritmo de crecimiento. Tan eficaz es su acción, que en 2022 la Asociación de Criadores de Caballos Garranos (ACERG) firmó un convenio con la compañía eléctrica REN —encargada de gestionar parte del terreno— y la Asociación para la Ordenación de la Serra da Cabreira (APOSC) del Ayuntamiento de Vieira do Minho para utilizar los ponis en la prevención de incendios.
En virtud del convenio, una manada de unos 300 caballos pasta en unas cien hectáreas alrededor de las líneas eléctricas de REN para mantener controlada la vegetación. “Si no fuera por los caballos, esta zona estaría cubierta de maleza”, dice el presidente de ACERG, João Paulo Carneiro Ribeiro, de 53 años. A diferencia del ganado, que es más exigente con lo que come, los ponis devoran todo lo que encuentran a su paso. Cada uno consume entre 10 y 15 kilos de vegetación al día, lo que supone un total de 4.500 kilos diarios. “Come cualquier cosa verde o quemada. Es un animal que come de todo para sobrevivir”, explica Carneiro.
El rebaño pasta a sus anchas, pero es vigilado y rastreado mediante collares GPS colocados en las yeguas líderes. João Paulo Carneiro está convencido de que la iniciativa podría extenderse a terrenos similares de toda la península. “Todo el mundo habla de los primeros incendios [de la temporada] y de su prevención. Pero sólo hablamos de ello durante la temporada de incendios, en la época crítica. No lo hacemos durante el resto del año. Zapadores, bomberos, Protección Civil tienen que trabajar todo el año, no sólo en primavera y verano, cuando hay altas temperaturas”.
REBAÑOS DE FUEGO
En la península ibérica hay otros programas silvopastoriles consolidados que buscan reducir el riesgo de incendios. Entre ellos está el proyecto catalán Ramats de Foc (Rebaños de Fuego), creado en 2017. El objetivo es que rebaños de cabras y ovejas pasten en las llamadas áreas forestales estratégicas, previamente definidas por los Bomberos y el Departamento de Agricultura de la Generalitat de Cataluña. En la actualidad, ochenta pastores gestionan con sus rebaños unas 8.500 hectáreas de terreno en Cataluña.
“Nuestras cabras actúan como jardineras del entorno”, dice Judit Nadal Feixas, de 51 años, que se incorporó al programa con una treintena de cabras de su granja de Gaüses, en la comarca catalana del Baix Empordà. “Comen los arbustos hasta donde alcanzan, normalmente hasta un metro y medio de altura. Reducen la parte del sotobosque de forma que, en caso de incendio, no haya vegetación que pueda arder con continuidad vertical.”
El programa tiene un valor añadido: es autosostenible gracias a un modelo de “bioeconomía circular”. Los rebaños de Ramats de Foc generan productos lácteos y cárnicos que se venden a tiendas, carnicerías y restaurantes con un sello propio. Cuando la población local compra esos productos, sabe que financian la prevención de incendios en su región. Judit y su marido, Joan, venden queso y carne de cabra con el sello Ramats de Foc, lo que ayuda a hacer más rentable su labor de pastoreo extensivo. “Las cabras se alimentan de la maleza. Su carne es de calidad, porque han sido alimentadas con un producto de calidad. Y la venta de quesos, en este caso ecológicos, nos permite cerrar el círculo del proyecto”, dice
BOSQUES DE ENERGÍA
Otra de las soluciones contra los grandes incendios con un modelo de bioeconomía circular es la extracción de biomasa forestal en zonas de alto riesgo de incendio. En estos casos, el material orgánico procedente del bosque se utiliza para producir energía renovable. Hay numerosos estudios que reconocen el papel que puede desempeñar la extracción de biomasa en las estrategias para la prevención de incendios. A pesar de su potencial, tanto en España como en Portugal es un recurso que se utiliza relativamente poco.
En los Pirineos catalanes hay un pequeño municipio, El Pont de Suert, de unos 2.200 habitantes, que desde hace nueve años utiliza la biomasa del bosque para obtener energía y, al mismo tiempo, prevenir grandes incendios al reducir la carga de combustible forestal. La madera y la vegetación se recogen del bosque, se secan, se reducen a pequeñas astillas y luego se utilizan para alimentar la calefacción en instalaciones municipales como la piscina pública, la guadería y la biblioteca. Este biocarburante sustituye al gas natural y al gasóleo, que cuesta tres veces más que la biomasa y genera doce veces más emisiones de CO2 para producir 10 MWh de energía. “Que esa biomasa se quede en el pueblo y haga que se ahorre el gasoil, el gas natural, la calefacción que tenían que gastar en esas instalaciones es el círculo perfecto”, dice la coordinadora principal del proyecto, la ingeniera y técnica forestal Anna Ivars, de 46 años, de la Generalitat de Cataluña.
Por ahora la iniciativa permite calentar instalaciones públicas, pero su objetivo a largo plazo es fortalecer los árboles del bosque mediante la gestión activa y la tala selectiva. Como muchos bosques de la región, los densos pinos que rodean El Pont de Suert se plantaron en una campaña de reforestación realizada a mediados del siglo XX. Cada año se consumen 1000 toneladas de biomasa en las instalaciones municipales. “La de mejor calidad se vende a una industria”, explica Anna Ivars. El resto, “árboles pequeños, torcidos, madera que no vale para serrar”, es la que utilizan para la biomasa.
Anna Ivars se asegura de que el 70 % de los árboles más fuertes y vitales para el bosque permanezcan intactos para equilibrar las necesidades del ecosistema. Trabaja pacientemente: es una labor a largo plazo para el beneficio de las futuras generaciones. “Es un proyecto muy joven; nueve años en el bosque no son nada, cuando estos árboles ya tienen 60 años” dice. “Trabajo para el futuro”.
PAISAJES MOSAICO
La población de los territorios rurales de España y Portugal se ha reducido drásticamente en el último medio siglo. Esto ha creado extensos espacios vacíos y bosques cubiertos de maleza que se acercan, cada vez más, a zonas urbanas pobladas. Entre 1960 y 2021, la población rural de Portugal pasó de 5,7 a 3,3 millones, o lo que es lo mismo, del 65% al 33% de la población total del país. En España, en el mismo periodo la población rural disminuyó de 13,2 a 8,9 millones, es decir, del 43% al 19% de la población total, según el Banco Mundial. La comunidad española de Extremadura es uno de los casos más evidentes. Allí “la población se ha reducido a la mitad, pero el paisaje que buscamos es el mismo. Así que hay que trabajar con otras herramientas”, dice el profesor Fernando Pulido.
Se refiere al llamado “paisaje mosaico”, que combina distintas estrategias de gestión del territorio. Los megaincendios no se desatan ni propagan fácilmente en tierras que estén cultivadas, pastoreadas, vigiladas y gestionadas. Esto convierte a los paisajes mosaico en un elemento vital para la reducción del riesgo de incendios forestales. Los más eficaces son los denominados “cortafuegos productivos”: superficies utilizadas para cultivar productos que contribuyen a la bioeconomía, y que se centran en zonas críticas de alto riesgo de incendios.
El profesor Pulido ideó el programa en 2016 con la Universidad de Extremadura. “En estas tierras rurales, el bosque crece por regeneración natural un 2% cada año. Así que no hace falta plantar, sino gestionar y conducir el bosque en la dirección necesaria. La idea de que necesitamos árboles por todas partes aquí no funciona”, dice. El programa cuenta actualmente con 102 cortafuegos productivos en Las Hurdes, Sierra de Gata y Sierra de San Pedro Occidental. Las actividades que se llevan a cabo aquí incluyen, entre otras, la extracción de resinas, explotaciones forestales, cultivos agrícolas y actividades ganaderas en 6.167 hectáreas de terreno, que según las simulaciones realizadas por Pulido y su equipo reducen el riesgo de incendio de la zona en un 10 %.
Los propietarios que participan en el proyecto reciben además apoyo técnico y administrativo, tanto para acceder a las subvenciones como para sortear la complicada y lenta burocracia que hay que afrontar para una gestión eficaz del suelo. “La burocracia está llegando a límites un poco ridículos y absurdos”, critica Carlos Donoso, un agricultor de 64 años que es uno de los pioneros de esta iniciativa. Donoso asegura, exasperado, que el permiso para, por ejemplo, plantar nuevos árboles puede llegar a demorarse hasta dos años.
Su propiedad, la finca Becerril, ocupa 80 hectáreas de terreno a las afueras de la localidad de Acebo (Cáceres). Alberga varios huertos frutales, entre ellos manzanos y caquis, además de bosques de alcornoques y castaños. Carlos considera que su propiedad es una isla contra el fuego en el mar de plantaciones de pinos abandonadas que la rodean. Y ha sido testigo del poder que puede tener este modelo. “En el gran incendio [que arrasó en 2015 la zona del municipio] de Acebo, nuestra finca fue una de las muy pocas del pueblo que no se quemaron. A la vista está: el bosque autóctono, con ganadería y con un poco de cuidado, actúa como freno” del fuego, dice. Un freno que puede salvar vidas, ya que el parque de Bomberos más cercano a estas tierras está a casi una hora de distancia, en el municipio de Coria.
Un resultado colateral positivo que tienen en común estas iniciativas es su capacidad para combatir la despoblación, al atraer y retener a la población en zonas rurales. Para Carlos Donoso, pueden contribuir a revitalizar pueblos que se están vaciando y envejeciendo: “Están viniendo algunas personas, pero todavía hay mucho espacio. Podrían venir muchas más”, insiste. Donoso cree que tanto para la prevención de incendios como para la gestión sostenible del suelo hay que animar a la gente a volver a las zonas rurales. Las administraciones, en ese sentido, deben ayudarles a mantener una actividad económica que justifique su presencia en esos lugares. “Pero los que vivimos aquí somos los que tenemos que tomar parte activa. Al final, es la población local la que tiene que tomar las riendas de su destino.”
Créditos
Dirección: Mikel Konate | Texto: Lily Mayers | Fotografía: Paulo Nunes dos Santos y Pablo Tosco | Fotografía: Mikel Konate y Pablo Tosco | Ilustración: Jorge Mileto | Edición de texto: Maribel Izcue | Edición gráfica: Santi Palacios | Difusión: Júlia Cussó | Desarrollo web: Full Circle | Traducción: Dixit y Sonda Internacional | Producción: Sonda Internacional
¿Cómo hemos realizado este reportaje?
Para elaborar este reportaje un equipo de Sonda Internacional visitó diferentes proyectos en España y Portugal a finales de 2023 y principios de 2024, y para comprender el alcance de esta historia realizaron más de una docena de entrevistas a técnicos de incendios, ingenieros forestales, bomberos, pastores y residentes locales.
Sonda Internacional quiere agradecer a todas las personas que aparecen en este reportaje por su generosidad al compartir su experiencia y testimonios.
Megaincendios: más allá de la extinción
Este reportaje forma parte del proyecto Megaincendios: más allá de la extinción, un trabajo de largo recorrido que sólo es posible gracias a la colaboración de expertos/as y, sobre todo, de la comunidad de socios y socias que nos apoya para hacer periodismo visual sobre la crisis climática.
El proyecto ya está en marcha, pero necesitamos apoyo para completarlo, porque el periodismo en profundidad no es económicamente rentable, pero merece la pena que exista. Puedes hacerte socio/a mensual o anual (o hacer una donación puntual) aquí.