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Las heridas abiertas de Pedrógão Grande

Seis años después de uno de los megaincendios más devastadores de Europa

Maria da Conceição, 63 años, sostiene un retrato de su hijo, Gonçalo Fernando Correia Conceição, el único bombero que murió durante el mega incendio de Pedrógão Grande en Portugal, en 2017. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

Resumen del proyecto

#IIFFsonda
Título proyecto:

Megaincendios: más allá de la extinción

Autor/es:

Un proyecto de Sonda Internacional

Proyecto:

Este proyecto busca recoger en imágenes lo que rodea a los megaincendios que arrasan España para generar conocimiento sobre este fenómeno, mostrar qué hay detrás del nuevo comportamiento del fuego que destruye decenas de miles de hectáreas y enseñar las consecuencias en los ecosistemas y para la población. También recopilará las estrategias para combatir y convivir con estos nuevos incendios y compartirá los proyectos que buscan soluciones mitigando su proliferación, siempre con la fotografía, el vídeo y los recursos gráficos como herramienta principal. Porque ver es indispensable para comprender.

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20 diciembre 2023

*Nota de los editores: Los trabajos visuales merecen ser vistos en pantallas grandes. Recomendamos visualizar el reportaje en pantalla grande (ordenador) para poder disfrutar de una experiencia más inmersiva. Para una mejor navegación las imágenes aparecen redimensionadas en dispositivos móviles.

La intensa tormenta de fuego abrasaba la piel, fundía los cristales de las ventanas, reducía las vallas publicitarias y los vehículos a charcos de metal. La ferocidad del viento avivó las llamas de los bosques y las empujó hasta alcanzar pequeñas aldeas diseminadas por el  centro de Portugal, envolviendo la zona en un espeso humo negro.

En la tarde del sábado 17 de junio de 2017 se declararon cerca del municipio de Pedrógão Grande, en la región central de Portugal, media decena de incendios forestales, que se propagaron hasta converger en torno a once pequeñas localidades y crear un megaincendio imparable y catastrófico. Murieron 64 personas y otras 250 resultaron heridas. En cinco días, más de 46.000 hectáreas quedaron arrasadas. El incendio asoló un territorio cubierto de plantaciones abandonadas de pinos y eucaliptos, altamente inflamables en medio de una prolongada sequía y varias olas de calor. Más tarde se apuntaría como principales responsables de los fuegos al contacto entre la vegetación y un tendido eléctrico de media tensión y a los rayos durante una tormenta seca.

Sonda

Vista aérea de una zona forestal entre los pueblos de Pobrais y Nodeirinho, en el municipio de Pedrógão Grande, en la región central de Portugal. © Mikel Konate para Sonda Internacional

Rui Rosinha era bombero voluntario en 2017 cuando, a sus 39 años, fue llamado como refuerzo para combatir las llamas. Conducía hacia uno de los focos del incendio cuando el camión de su equipo chocó contra un vehículo en la N-236, cerca de Pobrais, al sureste de Coimbra. El accidente dejó el camión tirado a un lado de la carretera y a los tres pasajeros del coche atrapados, inconscientes, en el interior del vehículo. Mientras los bomberos intentaban rescatarlos de entre el amasijo de hierros, el incendio, avivado por el viento, se acercó tanto que el calor y la radiación de las llamas se hicieron insoportables. Los bomberos se vieron obligados a ponerse a salvo y dejar atrás a los ocupantes del coche. Agazapados en una isleta de hormigón en medio de la carretera, Rui y sus cuatro compañeros soportaron una hora de exposición a las llamas, al calor y a los vientos ciclónicos que extendían el fuego y hacían volar con violencia material inflamado. «Experimentamos temperaturas que parecían imposibles. La radiación iba llegando por oleadas. Sentía como si fueran olas extremas de calor; no recuerdo uno, sino muchos impactos de dolor, cuando el calor golpeaba mi cuerpo», dice Rui. Aun con quemaduras graves, el grupo de bomberos logró proteger con éxito a tres adultos y a un niño en el mismo cruce. Cuando finalmente llegó la ayuda, Rui y los demás fueron trasladados a centros médicos antes de ser evacuados en avión a un hospital. Eso es lo último que recuerda.

«Para mí, aquello fue como el mismísimo infierno en la Tierra»

El fuego se propagó con una virulencia increíble. Llegó a calcinar más de 4.400 hectáreas en una sola hora, impulsado de forma feroz por las intensas ráfagas de viento. Tan solo cuatro horas después de haberse declarado ya emitía energía suficiente para superar la capacidad de extinción. La extrema velocidad de las llamas, que al caer la noche se propagaban a 15 km/h, superó el ritmo de las órdenes de evacuación y destruyó las redes de comunicación. Cientos de personas quedaron atrapadas y medio centenar murieron cuando intentaban huir por la N-236.

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Mapa de la región  que se vio afectada en 2017 por el megaincendio de Pedrógão Grande, en Portugal. © Jorge Mileto para Sonda Internacional

Fue el peor megaincendio en la historia de Portugal. A raíz del desastre, se estableció un fondo de ayuda de 2,5 millones de euros para las personas que resultaron heridas graves y los familiares de los fallecidos. Además, se impulsó una reforma de la ley sobre gestión de la tierra que incluye la obligación de que haya al menos diez metros entre las carreteras y la vegetación, la prohibición de nuevas plantaciones de eucaliptos y un nuevo modelo de lucha contra incendios centrado en la prevención. Pero la magnitud del incendio de Pedrógão Grande dejó profundas heridas físicas, psicológicas y generacionales en la región y alteró para siempre el tejido social de sus pequeñas comunidades.

¿Cómo han cambiado las vidas de las personas afectadas por el peor megaincendio de Portugal desde que se disipó el humo?

Un fragmento de aluminio, procedente un vehículo, derretido en el megaincendio de Pedrógão Grande que tuvo lugar en 2017. © Mikel Konate para Sonda Internacional

RUI

Casi tres meses después del incendio, Rui despertó del coma a una nueva realidad. Había sufrido graves quemaduras en manos, espalda y pies. Padecía además problemas respiratorios y una parálisis de su lado izquierdo debido a lesiones en un plexo nervioso, que le obligaron a depender de una silla de ruedas. «Las primeras noches, cuando empecé a darme cuenta de lo que había ocurrido y a entender mi cuerpo y lo que me estaba pasando, fueron horribles». Pidió ayuda psicológica mientras luchaba contra pensamientos suicidas: «Me di cuenta de que no era capaz de afrontarlo [solo]».

A su lado en esa nueva realidad estuvo su familia. Su esposa, Marina, que también tenía 39 años, vivió con angustia los meses que Rui permaneció en coma. Viajaba a diario al hospital, a dos horas de distancia. Cuando su marido al fin despertó, ella se convirtió en su cuidadora a tiempo completo. Sus dos hijos pequeños, Antonio y Francisco, en aquel momento de 12 y 9 años, vieron también cómo sus vidas daban un giro al tener que hacer frente a responsabilidades de forma prematura. Al salir del coma, Rui quedó devastado al descubrir que su amigo de la infancia y compañero en el equipo con el que acudió al incendio, Gonçalo Conceição, no había sobrevivido. Rui nos cuenta que el sentimiento de culpa por haber salido con vida mientras su amigo no lo logró y el no haber podido salvar a los pasajeros del coche son dos profundas heridas psicológicas que aún trata de superar.

El exbombero voluntario Rui Rosinha y su familia conviven con las consecuencias del megaincendio de Pedrógão Grande. Rui todavía está superando el trauma causado por las cicatrices físicas y psicológicas. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

«Estoy consiguiendo exorcizar algunos fantasmas. Es casi un duelo permanente afrontar traumas y hablar sobre ciertos temas que para mí eran tabú, o al menos a los que no podía hacer frente». Durante los últimos seis años Rui ha conseguido superar parte del trauma en un proceso que, asegura, no terminará nunca, sino que evolucionará para siempre. «Estoy consiguiendo dar pasos para sentirme más en paz conmigo mismo y con los demás.»

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Rui Rosinha en su casa de Castanheira de Pêra. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

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Rui Rosinha sufrió quemaduras y parálisis parcial por las heridas que sufrió en el mega incendio de Pedrógão Grande, lo que lo dejó con movilidad reducida y dependiente de una silla de ruedas. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

Rui proviene de una familia de bomberos. Pero sus problemas de movilidad han hecho que sea retirado del servicio activo tras 28 años de trabajo. El cuerpo de bomberos de Castanheira de Pêra, que antes era como un segundo hogar para él, es ahora un lugar donde se siente incómodo y extraño. Pese a todo lo que han atravesado, sus dos hijos sueñan con seguir la tradición familiar. Es un sueño que, por ahora, Rui y su esposa no son capaces de apoyar.

Ana Luisa Bernardo ojea junto a su hija  un álbum de fotos familiar. © Mikel Konate para Sonda Internacional

ANA

Algunos supervivientes ven a diario recordatorios del fuego escritos en sus cuerpos, otros se enfrentan a pesadas barreras mentales que les impiden dejar atrás aquel 17 de junio. Ana Luisa Bernardo, de 51 años, perdió en el incendio a sus padres: María, de 71 años, y Manuel, de 80. Su coche se estrelló en el arcén de una carretera cuando huían de la localidad de Sarzedas de São Pedro. «La gente cuenta que el cielo se oscureció de repente y no se podía ver nada. Creo que ellos no se dieron cuenta de que la curva estaba ahí, en una pendiente pronunciada», dice Ana. Después de haber trabajado como técnica de diagnóstico terapéutico en hospitales durante 25 años, cuenta que no haber podido salvar a sus padres le produce un dolor inmenso: «Pienso en ello todos los días. No soy capaz de disociarme».

Durante dos años, Ana estuvo tan paralizada por el dolor de la pérdida que no fue capaz de entrar en la casa familiar. Iba todos los fines de semana y limpiaba el patio, pero sin pasar de la puerta. Ahora está en el proceso de ordenar, poco a poco, las pertenencias de sus padres, algo a lo que le ayuda su hija Sátia, de 16 años: «Intento clasificar sólo lo que me trae buenos recuerdos; no merece la pena conservar lo malo. Es algo muy delicado».

Después de años de dolor, Ana Luisa Bernardo ha comenzado a ordenar las pertenencias de sus padres que murieron en el mega incendio de Pedrógão Grande. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

Si antes la zona era una red de pequeñas aldeas donde la mayoría de la gente se conocía, ahora los supervivientes del incendio han creado una nueva subcomunidad forjada por la pérdida y el dolor compartido. Se consideran una familia que habla el mismo idioma, el de la experiencia. «Compartimos el mismo dolor, unos de una manera y otros de otra», dice Ana.

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Ana Luisa Bernardo ojea un álbum de fotos familiar y reflexiona sobre la vida de sus padres que murieron en el mega incendio de Pedrógão Grande de 2017. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

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Tumba de Manuel, el padre de Ana Luisa Bernardo, en el cementerio de Sarzedas de São Pedro. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

Del trágico suceso ha nacido ese grupo de cercanía y apoyo mutuo, pero el fuego también se llevó por delante otras comunidades. Muchas de las poblaciones afectadas no han logrado volver a ser los lugares bulliciosos de antaño. Ana dice que en Sarzedas de São Pedro el cambio es palpable.

Deolinda Henriques Simões y Antonio Dias Gonçalves cortan malezas y arbustos en su propiedad, en un esfuerzo por reducir el riesgo de un nuevo incendio. © Mikel Konate para Sonda Internacional

 

DEOLINDA & ANTONIO

Deolinda Henriques Simões, de 55 años, y Antonio Dias Gonçalves, de 80,  son una pareja jubilada que pasa los fines de semana en la pequeña aldea de Nodeirinho. La víspera del incendio habían terminado las reformas de la casa en la que planeaban pasar los fines de semana. Escaparon justo a tiempo, pero su nuevo hogar quedó destrozado «en un abrir y cerrar de ojos», antes de haber podido disfrutarlo.

Cuando fue seguro volver a la zona arrasada por las llamas, encontraron los restos de su casa y todos los ahorros de su vida destruidos sin posibilidad de recuperación. «Todas las ventanas y puertas eran de madera, al estilo antiguo. Recuerdo llegar y ver que solo habían quedado las paredes. Incluso las vigas de aluminio que había colocado estaban retorcidas como caracoles», relata Deolinda.

Deolinda Henriques Simões mira por la ventana de su casa, en Nodeirinho, que fue destruida sin posibilidad de reparación durante el megaincendio de 2017. Ella y su esposo, Antonio Dias Gonçalves, gestionan el terreno de su propiedad para reducir las posibilidades de que se produzca un nuevo incendio. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

Se calcula que más de un millar de construcciones resultaron dañadas o destruidas por el incendio, con daños de hasta 200 millones de euros. El Gobierno portugués se comprometió a destinar 30 millones de euros para la reconstrucción de viviendas. Pero la antigua casa de Deolinda y Antonio había sido registrada como propiedad en ruinas por el anterior dueño sin que ellos lo supieran, así que no pudieron solicitar ni la cobertura del seguro, ni la ayuda gubernamental. La pareja se quedó sin nada y tuvo que esperar otros tres años antes de poder volver a invertir. Ahora han vuelto a comprar una casa cerca de la que quedó destruida, aunque lo que ven por la ventana es un recordatorio de aquella batalla. «Por desgracia podemos ver el esqueleto de la antigua casa, únicamente paredes rotas, no queda nada». Antonio dice que para su nuevo hogar han contratado el mejor seguro que han podido encontrar.

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Deolinda Henriques Simões y Antonio Dias Gonçalves cortan malezas y arbustos en su propiedad, en un esfuerzo por reducir el riesgo de un nuevo incendio. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

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Deolinda Henriques Simões y Antonio Dias Gonçalves cortan malezas y arbustos en su propiedad, en un esfuerzo por reducir el riesgo de un nuevo incendio. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

La pareja, ahora muy consciente de qué hay detrás de los paisajes inflamables, pasa los fines de semana limpiando el terreno que rodea su nuevo hogar. El trabajo manual consiste en arrancar maleza, limpiar canales y cortar la espesura del bosque. Es una tarea agotadora para la pareja, que acusa el peso de la edad pero carece de los recursos suficientes para contratar a quien la haga por ellos.

Céu y una docena más sobrevivieron al incendio refugiándose en este tanque de agua. © Mikel Konate para Sonda Internacional

CÉU

La aldea de Nodeirinho solía ser un lugar animado, lleno de familias jóvenes y visitantes de fin de semana. Pero el incendio de 2017 acabó con las vidas de 11 de sus 50 residentes. Las personas que hoy permanecen allí viven todavía entre casas quemadas, recuerdos inquietantes de la noche en que sus vecinos murieron.

Maria do Céu Silva, de 52 años, es una de ellas. Céu, como todos  la conocen, salió viva del incendio gracias a que se refugió, junto con otra docena de personas, en un tanque de agua que había junto a su casa. Tuvo suerte de sobrevivir, pero no fue fácil. Desde el agua, ella y las personas que la acompañaban oían cómo sus vecinos fallecían por las llamas. «Oímos gritos y coches chocando; luego nos dimos cuenta de que mucha gente del pueblo había muerto. Nunca pensamos que serían tantos. Fue horrible, pero no podíamos hacer nada. No teníamos ninguna manera de ayudarles».

Maria do Céu Silva reflexiona sobre la noche del mega incendio que mató a 11 de sus vecinos en el pequeño pueblo de Nodeirinho. Céu y una docena más sobrevivieron al incendio refugiándose en un tanque de agua cerca de su casa. Según ella, Nodeirinho no ha podido regresar al lugar vibrante que era antes del incendio. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

El incendio y la huella de destrucción que aún se ve en la aldea hace que vecinos y vecinas como Céu permanezcan atrapados en una cápsula del tiempo, incapaces de avanzar. «Yo solía ser una persona muy divertida; creo que desde que pasó aquello, no lo soy. Cuando salgo de casa para ir al trabajo paso por muchos de los sitios donde murió gente. Es algo que te marca en tu día a día; por mucho que superemos y olvidemos, lo recordamos a diario».

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Vista de Nodeirinho, uno de los pueblos afectados por el megaincendio que asoló la región en 2017. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

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Céu y una docena más sobrevivieron al incendio refugiándose en este tanque de agua. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

Entre los fallecidos en la aldea hubo dos niños de tres y cuatro años, además de varias personas en la treintena. Céu cuenta que, igual que en Sarzedas de São Pedro, ellas llenaban el lugar de actividad y dinamismo. Ahora, el ambiente de la pequeña aldea ha cambiado drásticamente. Envuelta en un silencio sepulcral y aún teñida de ceniza, parece un pueblo fantasma, sin apenas transeúntes ni vehículos. Céu dice que gran parte de la población que queda son personas mayores, y la mayoría pasa mucho tiempo en el interior de sus casas. En verano, cuando el viento arrecia, Céu teme que el fuego vuelva.

Tumba de Gonçalo en el cementerio de Castanheira de Pêra, en la región central de Portugal. © Mikel Konate para Sonda Internacional

GONÇALO

En toda la región hay monumentos dedicados a las víctimas del incendio de Pedrógão Grande. En ellos aparece escrito el nombre del único bombero fallecido, Gonçalo Fernando Correia Conceição. Este carismático y popular bombero era conocido como «Assa» o «Doctor Assa» (del portugués «assar», que significa asar) por su reconocida habilidad para hacer barbacoas y por regentar un restaurante con ese mismo nombre.

En su comunidad son muchos quienes echan de menos a Gonçalo, que tenía 39 años cuando murió, pero nadie siente la pérdida más que su familia. Seis años después del incendio, sus padres se esfuerzan por hablar a pesar del dolor. Tanto ellos como David, el hijo de 17 años de Assa, viven con las consecuencias de su decisión de arriesgarse para ayudar a los demás: «Es la vida que eligió, y ya está. Era su manera de ayudar a los demás», dice su padre, Joaquim Domingos da Conceição, de 69 años.

El bombero de Castanheira de Pêra, Gonçalo Fernando Correia Conceição, murió durante el mega incendio de 2017. Sus padres, Joaquim y María, han mantenido su casa con la esperanza de que algún día su nieto viva allí. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

Joaquim, hostelero, y su esposa Maria da Conceição, de 63 años, han mantenido la casa de su hijo en perfecto estado con la esperanza de que su nieto, que tuvo que mudarse tras la muerte de Assa, vuelva algún día al pueblo y se haga cargo del restaurante de su padre. Como muchas personas en la región, la pareja experimentó un doble abandono cuando la muerte de su ser querido llevó a otros miembros de la familia a marcharse.

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Joaquim Domingos da Conceição dice que su hijo Gonçalo nunca será olvidado. El bombero era conocido entre sus amigos como ‘Assa’ por su afición a la barbacoa y al restaurante del mismo nombre en Castanheira de Pêra. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

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Joaquim Domingos da Conceição en la cocina del restaurante que regentaba su hijo Gonçalo, y del que ahora se ocupan sus padres. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

El hotel de Joaquim y Maria está junto a un  lago en Castanheira de Pêra. En su interior, una gran cita en la pared del comedor reza: «¡Que mi presencia nunca sea olvidada en mi ausencia! Gracias, amigos. - Dr. Assa». Sus padres dicen no tener miedo a que su hijo sea olvidado.

Una columna de humo procedente de una quema controlada en una propiedad privada, se eleva sobre el pueblo de Pobrais, en noviembre de 2023. © Paulo Nunes dos Santos para Sonda Internacional

El megaincendio de Pedrógão Grande

El megaincendio de Pedrógão Grande marcó trágicamente a toda una región. Causó grandes pérdidas humanas y dejó a decenas de personas luchando contra los recuerdos y afrontando traumas, planteándose si es seguro vivir en ese lugar. Para ellas, el incendio es  imposible de olvidar. Pero también hay otras personas que se esfuerzan por dejar atrás esa página y centrarse en el futuro.

Mientras estas comunidades oscilan entre los recuerdos y la necesidad de avanzar, la vegetación que las rodea ha crecido de nuevo de manera silenciosa. En la actualidad es más abundante que antes del incendio, y muchos temen que la historia se repita cuando la región se enfrente, de forma casi inevitable, a futuros fenómenos meteorológicos extremos.

Aunque los trabajadores forestales talan cuidadosamente los árboles más próximos a carreteras y casas, propietarios como Deolinda y Antonio luchan incansablemente para frenar el crecimiento del cerco de pinos que los rodea. Al mirar el denso bosque que se extiende por el pueblo, Joaquim Conceição dice que no se está trabajando lo suficiente: «Mañana puede ocurrir otra tragedia similar». 

La misma vegetación espesa que alimentó el incendio rodea hoy, de manera claustrofóbica, el cementerio donde yacen los padres de Ana Bernardo.

Cementerio de Sarzedas de São Pedro, donde están enterradas varias de las víctimas que murieron en el incendio de Pedrógão Grande, rodeado de un bosque de eucalipto. © Mikel Konate para Sonda Internacional

Créditos

Dirección: Mikel Konate | Texto: Lily Mayers | Fotografía: Paulo Nunes dos Santos y Mikel Konate | Vídeo: Mikel Konate | Ilustración: Jorge Mileto | Colorista: Joan Roig | Edición de texto: Maribel Izcue | Edición gráfica: Santi Palacios | Desarrollo web: Full Circle | Traducción: Dixit | Producción: Sonda Internacional

La realización de este reportaje ha sido posible gracias a una beca del Journalismfund Europe.

¿Cómo hemos realizado este reportaje?

Para elaborar este reportaje el equipo de Sonda Internacional pasó un mes en los pueblos que rodean el municipio de Pedrógão Grande, en Portugal, a finales de 2023. Los periodistas entrevistaron a más de veinte personas para comprender el alcance de esta historia: entre supervivientes, testigos, residentes locales y así como expertos pertinentes en gestión de incendios y bosques.

Sonda Internacional quiere agradecer a todas las personas que aparecen en este reportaje por su generosidad al compartir su experiencia y testimonios.

Megaincendios: más allá de la extinción

Este reportaje forma parte del proyecto Megaincendios: más allá de la extinción, un trabajo de largo recorrido que sólo es posible gracias a la colaboración de expertos/as y, sobre todo, de la comunidad de socios y socias que nos apoya para hacer periodismo visual sobre la crisis climática. 

El proyecto ya está en marcha, pero necesitamos apoyo para completarlo, porque el periodismo en profundidad no es económicamente rentable, pero merece la pena que exista. Puedes hacerte socio/a mensual o anual (o hacer una donación puntual) aquí.

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